jueves, 24 de noviembre de 2016

No convirtáis mi casa en cueva de ladrones



El evangelio de la expulsión de los mercaderes del templo nos llama mucho la atención. Vemos al Jesús que creíamos tan pacífico lleno de genio, en un gesto profético airado. ¿Cómo entenderlo?

Es fácil hacer una interpretación económica y frívola de este episodio: Jesús está en contra del dinero. La iglesia no debería manejar mucho dinero, ni debería pedir tanta limosna, ni organizar actividades para recaudar fondos. La economía es una cosa, la fe otra. No se pueden mezclar las cosas mundanas con las espirituales… Esta conclusión, además de ser equivocada, es peligrosa. Porque la iglesia, siendo Reino de Dios, está formada por personas humanas, está en la tierra y tiene necesidades terrenas. La iglesia necesita dinero para realizar su obra, ha de pedirlo y debe gestionarlo con inteligencia. La economía no está reñida con la fe. Lo que está en contra de Dios no es el dinero sino la injusticia y la falta de caridad.

Pero volviendo a Jesús y a su enérgico grito: ¡Habéis convertido la casa de mi Padre, una casa de oración, en una cueva de ladrones! ¿Qué nos quiere decir con esto?

Creo que podríamos entenderlo con más profundidad si sustituimos la palabra templo por religión. El templo es el lugar de oración y adoración, el espacio de encuentro con Dios, allí donde los fieles elevan sus plegarias y Dios escucha, pero también allí donde se nos invita al silencio para que Dios también pueda hablarnos. Del mismo modo, la religión es el espacio donde nuestra vida se deja penetrar por la presencia de Dios.

El problema es cuando el templo se reduce a un mero lugar de cultos y rituales establecidos y cuando la religión se convierte en una mera doctrina y una lista de preceptos morales y mandamientos a cumplir.

Y la oración, ¿qué es? Aquí está la clave para entender este evangelio. Oración no es una ristra de súplicas, ni una colección de alabanzas, ni una serie de plegarias aprendidas de memoria. Sí, ya sabemos que es más que eso, sabemos que orar es hablar con Dios… Pero ¿qué clase de conversación tenemos con Dios? ¿Qué relación entablamos con él? ¿Cómo lo tratamos?

¿Es nuestra oración un mero pedir, agradecer o reprochar?
¿Hablamos mucho y no dejamos que Dios nos hable?
¿Le damos tiempo a Dios para que nos escuche? ¿Sabemos callar para oír su voz?
¿Está nuestra relación con Dios condicionada por lo que nos da o nos deja de dar?

Para muchos creyentes, no sólo cristianos, sino de otras religiones, la oración es un toma y daca. Te doy para que me des. Te ofrezco mi plegaria, mi limosna, mi vela, mi culto, mi tiempo… para que me ayudes, me favorezcas, me cures, me des lo que te pido. Si no, me enfadaré y a lo mejor dejaré de creer en ti. Te olvidaré. Dejaré de hablar contigo. O quizás me resigne, pero será una conformidad amarga. Cuando la oración se convierte en un pedir a cambio de, la religión se ha convertido en un regateo. Esta es la cueva de ladrones contra la que clama Jesús: una religión convertida en mercadeo espiritual. Una religión condicionada por nuestros deseos más inmediatos. Si me llena, si me da, si me complace, seré devoto. Si no, volveré mi atención a otra cosa. O buscaré otro culto, otra religión, otro consuelo o un remedio más eficaz.

La relación con Dios no es esto. No es un mercado. Pero si alguien nos recuerda esto solemos pensar: claro, es que a Dios hay que dárselo todo sin esperar nada a cambio. Gratuitamente, abnegadamente. ¡Qué sacrificio tan grande! No hay quien pueda hacer algo tan heroico. Solo los santos, o unos pocos elegidos… Así, pronto nos sacamos de encima la responsabilidad. Si seguimos creyendo, lo seremos por tradición, por rutina o por un reverente temor. Más vale seguir para no perdernos… Pero ya no creemos con ardor. Dejamos de amar para pasar a cumplir. Del amor a la obediencia. De la entrega a la sumisión.  ¡Y esto no es lo que quiere Dios!

No nos damos cuenta de que, en realidad, es al revés. No es que Dios lo exija todo sin dar nada, ¡es que Dios nos lo ha dado todo sin pedirnos nada a cambio! Lo único que pide es… ¡que aceptemos su regalo! Lo único que necesitamos hacer es entablar con Dios otra relación: no de amo-siervo, no de proveedor-cliente, sino de padre-hijo. Más aún: de amigos que se aman. Dios nos lo da todo. Todo sucede para bien de los que le aman. Y si nos suceden cosas que parecen malas, o nos vienen dificultades, quizás es porque de ellas ha de surgir un mayor bien, una lección que hemos de aprender para vivir en mayor plenitud. Si no sabemos verlo así es porque quizás nos falta oración. En la oración aprendemos a ver nuestra vida desde Dios y muchas cosas, incluso los problemas y las dificultades, aparecen bajo nueva luz, y vemos que no son maldiciones, sino enseñanzas. La oración no sólo da sentido a lo que nos ocurre; nos da fuerzas y lucidez para afrontarlo y vivirlo de la mejor manera posible. 

La religión no es un intercambio comercial de favores con Dios. La religión es templo: espacio de encuentro con Dios. Espacio de silencio, de escucha, de diálogo confiado y amoroso. Cuando deja de ser esto, se convierte en un mercado. Contra esto es contra lo que se rebela Jesús. Y lo hace con toda su fuerza, airado y dolido, sintiendo en su corazón la herida de Dios ante el hombre que no comprende tanto amor. 

Pero el corazón de Dios es grande. Aún en este templo mancillado Jesús predica. Aún en una iglesia llena de pecado Dios sigue hablando. En un mundo turbulento y lleno de mal, Dios sigue presente y actuando. A Dios no se le caen los anillos. No le importa mancharse ni hundirse hasta el fango. Porque nos ama. No quiere estar lejos de nosotros. El grito y el látigo de Jesús ante los mercaderes del templo no son violencia gratuita. No son mal genio, no son una exhibición de poder y autoridad. Son el grito de un Dios que pide amor, y no favores. Un Dios que no pide nuestras obras, ni nuestro dinero, ni nuestro sacrificio. Solo pide nuestro corazón… para llenarlo de amor. Solo eso. ¿Dejaremos que nuestro corazón se convierta, también, en cueva de ladrones? ¿O dejaremos que sea templo del Espíritu?

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