domingo, 12 de noviembre de 2006

Oración

Hace poco recibí un e-mail de una persona amiga. Era un texto de tantos que circulan por Internet, pero éste tenía una profundidad especial. Llevaba por título "ten un tiempo para Dios" y era una invitación cálida y vehemente a la oración.

Respondí a esta persona agradeciéndole el texto con unas frases que me salieron casi a borbotones. ¿Cómo no vamos a tener un tiempo para Dios? El es el amor que nos ha engendrado. ¿Qué sería de nosotros, si nos desarraigáramos del manantial que nos ha hecho existir?

Para las personas creyentes, la oración se convierte en uno de los pilares de nuestra vida espiritual. Bebemos de ella y en ella se renueva nuestro espíritu. Creo que, especialmente las mujeres, le damos una significación especial, quizás porque nuestro talante nos lleva a buscar espacios de soledad e intimidad, tendentes a la profundidad y a la quietud. Pero en nuestra ajetreada vida de hoy a casi todas nos cuesta muchísimo encontrar esos momentos de paz y de silencio, y son cientos las excusas para dejar de lado ese tiempo precioso para la oración.

Pero no es tan complicado encontrar un tiempo para Dios. De hecho, ¡todo el tiempo es suyo! Para aquellas personas que amamos siempre tenemos –o deberíamos tener- minutos y horas para estar en su compañía. No resulta tan difícil priorizar nuestros compromisos y apartar muchas cosas que sobran, banales, para buscar esos lugares de encuentro con Dios.

La oración de quietud es importante, pero hay muchas otras formas de orar que, sin quitar un tiempo a ésta, podemos practicar a diario.

Santa Teresita decía que, en su oración, no hacía nada, ni decía nada especial. Simplemente estoy, y me dejo amar por El. ¿Sabemos estar ante la mirada de Dios, todas las horas de nuestros días? ¿Sabemos trabajar, vivir, amar, descansar y esparcirnos en nuestro ocio, conscientes de que nos envuelve su mirada amorosa? Sin duda, vivir así, conscientes de su presencia, cambia nuestra vida entera.

Otra forma de oración es el trabajo, como muchos santos han expresado. Dios está entre pucheros, decía la otra Santa Teresa. Todo trabajo hecho con amor es oración. Una gran mujer y cristiana decía que podemos contemplar a Dios en la naturaleza, o en el silencio de una plegaria, pero también podemos contemplar su maravilla en nuestro propio trabajo, puesto que es Dios quien nos da las fuerzas y el talento para ser creadores y contribuir a mejorar el mundo. Nuestro quehacer diario, sea cual sea, si se hace como ofrenda de amor, se convierte en una maravillosa oración contemplativa. Y, como decía otro santo: todo aquello que se hace con amor es bello y da sus frutos.

Es importante que sepamos ir un poco a contracorriente de este mundo vertiginoso y luchemos por otra forma de trabajar y vivir, sin frenesí, con calma, con una laboriosidad pacífica, intensa pero sosegada. Es básico encontrar nuestros espacios de soledad y encuentro con Dios, ¡jamás son tiempo perdido!

La oración nos llevará a separar el grano de la paja y a quitar de nuestra vida muchas cosas superfluas que nos roban el tiempo. Dejemos que Dios invada todos los rincones de nuestra existencia. Una nueva manera de vivir transmitirá luz y paz a un mundo sediento y agotado, que sufre absurdamente por querer alcanzar ídolos de barro y falsos paraísos. Tal vez el mejor apostolado y testimonio que podamos dar será nuestra forma de vivir, en la cotidianidad, en lo ordinario y en lo simple, la presencia hermosa y callada, ¡pero tan elocuente!, de Dios.