domingo, 18 de enero de 2009

San Pablo nos enseña la libertad de pensamiento

Hoy os ofrezco extractos de una entrevista a Mn. Jordi Sánchez Bosch, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, especialista en San Pablo y autor de varios libros sobre el apóstol.
Publicada en Catalunya Cristiana, 8 enero 2009, con motivo del Año Jubilar Paulino.


¿Por qué conocemos tan poco a Pablo?

—Es curioso, porque con todas las cartas que conservamos de Pablo aún no lo conocemos bien. Quizás tiene que ver con el hecho de que nos asusta un poco, porque pensamos que no lo entenderemos, porque Pablo no es sencillo. Para leer a Pablo hay que reflexionar, ya que dice muchas cosas en pocas palabras. Por tanto, hay que detenerse, leerlo con calma… y no estamos muy acostumbrados a leer despacio. Además, existen ciertos prejuicios alrededor de la figura de Pablo: que si era misógino, que tenía mal carácter… Yo creo que nada de esto es verdad.

¿En qué se basa?

—Me baso en el hecho de que en Pablo encontramos polémica, pero una polémica surgida en un momento crucial en que se juega el futuro de la Iglesia, el futuro de la redención. Pensemos en la carta a los gálatas, por ejemplo: si se hubiera impuesto la circuncisión en la Iglesia, el crecimiento del Cristianismo se habría frenado y se habría apartado a media humanidad. Pablo tuvo la lucidez de afirmar que un gentil, sin dejar de ser fiel a su cultura, puede seguir a Cristo, porque el seguimiento de Cristo es lo esencial. Por tanto, Pablo se enfada mucho cuando ve que sus tesis se ponen en duda. Esta actitud de Pablo no muestra una persona de mal genio, sino una persona que ante un problema importante se muestra firme. En la segunda carta a los corintios pasa algo parecido. Hay un ataque frontal al programa de Pablo y él tiene que poner las cosas claras. Pero, en cuanto al resto, si nos fijamos en sus cartas, vemos que Pablo era una persona afectuosa y amable, y que tenía amigos por todas partes…

¿Y el trato hacia las mujeres?

—Yo creo que este aspecto también se explica perfectamente si nos situamos en aquella época. El principio del marido como amo de la esposa se da en toda cultura: oriental, occidental, africana… y en Europa se ha mantenido también, al menos hasta el siglo XIX y parte del XX. Por tanto, en este sentido, Pablo es hijo de su tiempo. Ahora bien, Pablo matiza mucho este aspecto en puntos esenciales al hablar de la igualdad de la mujer (dice que “en Cristo Jesús no hay hombre ni mujer”) y al comparar al marido con Cristo, que lo dio todo por nosotros. Si seguimos sus cartas también veremos que menciona no a una, sino a muchas mujeres, y siempre de manera positiva. Es más, habla de ellas como colaboradoras, valorando su trabajo. Si fuera un misógino, no se molestaría en mencionarlas…

¿Nos cuesta entender a Pablo porque, en general, desconocemos el Antiguo Testamento?

—Es cierto que esto también influye. Por eso creo que no es bueno que en la catequesis de hoy olvidemos el Antiguo Testamento, porque contiene narraciones con claves y mensajes que Pablo utiliza. Si no tenemos esta base bíblica, nos resultará muy difícil comprender a Pablo.

¿Cómo podemos acercarnos a Pablo?

—En principio, no hemos de pretender leer una carta entera, de golpe, sino poco a poco. Segundo, leer también las notas que trae la Biblia, que nos ayudarán a comprender mejor los textos. Tercero, tener la humildad de reconocer que nunca lo entenderemos todo. Yo hace años que lo estudio… ¡y no lo entiendo todo! Pero conocer a Pablo no es imposible.

¿Qué nos dice Pablo, hoy?

—En primer lugar, nos dice que tiene que haber comunidades cristianas. En cierto modo, aún tenemos la idea de que vamos a la iglesia por nosotros mismos y nos sentamos detrás de todo, en la última fila, y no hablamos con nadie… ¡Y precisamente una de las novedades que aporta el Cristianismo es que los cristianos formamos una comunidad! Por un lado, Pablo nos recuerda esto. Y, por otro, nos dice que las cosas del mundo interesan a los cristianos. Todo lo que el mundo pueda tener de aprovechable hay que aprovecharlo e intentar colaborar con el mundo. Además, san Pablo tiene un sentido muy grande de la libertad. Hay que pensar las cosas muy bien, y él es un ejemplo. Reflexiona mucho sobre el legalismo y se pregunta para qué sirve la Ley, tal cual, sin espíritu. San Pablo nos enseña la libertad de pensamiento. Otra cosa que nos ilumina es su entrega. Él se entregó totalmente. Para el cristiano, es modelo de entrega hasta la muerte. San Pablo lo tenía clarísimo y, hoy día, hemos de aceptar que el “comodismo” no es lo más indicado para un cristianismo auténtico. Pienso que nuestra época no es tan diferente de la de Pablo y que podemos establecer paralelismos. Hay que tener el valor de confesar la fe frente a quienes no la tienen. Hoy día nos falta esto, porque hay gente que es creyente, pero se esconde. Nos avergüenza confesar la fe.

¿Hemos idealizado la figura de Pablo?

—Quizás sí hemos idealizado mucho a Pablo y nos resulta una figura difícil de imitar. De hecho, es una figura humana difícil de imitar porque solemos fijarnos en las cosas más difíciles de los santos, porque son las importantes. Pero no por eso hemos de pensar que son inaccesibles.

Entrevista realizada por Rosa María Jané Chueca.

domingo, 11 de enero de 2009

Vuestro cuerpo es un santuario

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado a un precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
1 Co 6, 13-20

Para la mayoría de personas el cuerpo es importante. Muchos son los que valoran la salud por encima de cualquier otra cosa. Cuando enfermamos o sufrimos alguna discapacidad nos damos perfecta cuenta de lo importante que es para nosotros el cuerpo físico.

El cuerpo es un don de Dios, y así nos lo recuerda san Pablo. Al contrario de lo que cree mucha gente, el Cristianismo no desprecia el cuerpo, ni lo considera algo malo. Es una obra maravillosa del Creador y más aún: su santuario.

El cuerpo, como templo, es sagrado. Por esto es importante cuidarlo y evitar los hábitos que lo maltratan y lo estropean. Cuidar la salud es dar gloria a Dios, pues sin el cuerpo, ¿cómo podríamos amar, trabajar y elevar una voz de alabanza? Pero más allá de la salud, Pablo nos advierte sobre el uso que damos a nuestro cuerpo. Que nunca sea instrumento de dominación, de daño o de sumisión, ni para nosotros ni para nadie. El cuerpo no es una mercancía. Quien así lo usa, dice Pablo, se está agrediendo a sí mismo, además de herir a Dios. Nunca olvidemos que el cuerpo es la casa del alma, allí donde se condensa nuestra propia identidad y el soplo de Dios en nuestra vida.

martes, 6 de enero de 2009

Carta a los Reyes de Oriente

Dicen que llegasteis de lejos, de países remotos… Los sabios explican que, en vosotros, toda la humanidad está representada: todas las naciones, todas las culturas.

En esta fiesta, recordamos vuestro largo viaje siguiendo una estrella, y celebramos vuestro hallazgo en la cueva de Belén.

¿Qué podemos pediros, nosotros que ya lo recibimos todo de Dios?
¡Lo hemos recibido a él mismo!

Que toda la humanidad, como vosotros, se postre ante un Dios que se hace niño.

Que cada ser humano extraiga un tesoro de su corazón, para ofrecérselo generosamente.

Que de nuestros labios salgan palabras de alabanza, como incienso que adora a un Dios rebosante de amor.

Que de nuestro pecho salga el entusiasmo incansable, más valioso que el oro, para expandir tu reino a todo el mundo.

Que nuestras manos acaricien la Creación, renovando todas las cosas con trabajo amoroso, curando como bálsamo de mirra las heridas de la piel y del alma.

Sed hoy, vosotros, nuestra estrella. Que vuestros pasos nos animen a seguiros, en esa carrera hacia nuestra meta, hacia los brazos de Dios.

Y que durante el camino seamos audaces como niños, firmes como adultos y sabios como ancianos.

Que un día lleguemos a ser, también nosotros, pequeñas estrellas luminosas en el camino de quienes buscan a Dios.

domingo, 4 de enero de 2009

Hijos de Dios

Él os ha destinado, en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos.
Ef, 3-18

De esta lectura de San Pablo, quiero quedarme con esta frase, que contiene una verdad inmensa: Dios nos quiere hijos suyos.

Estamos tan acostumbrados a oír la expresión “hijos de Dios” que no nos damos cuenta de la enormidad que esto supone. Hombres de todos los tiempos han considerado a Dios como una realidad superior y poderosa, pero alejada de ellos. Otros, desengañados, consideran la fe una invención, un consuelo para ingenuos o un instrumento de manipulación. ¡Qué lejos queda todo esto de nuestra fe! ¡Qué lejos del Dios papá de Jesús de Nazaret!

Dios es más revolucionario, más rompedor, más arriesgado, y su amor es más asombroso de lo que jamás podamos concebir. Pablo así lo vive. En el momento en que Dios decide hacernos hijos suyos, nos da todo cuanto él tiene. Ya no somos simplemente sus criaturas, ni mucho menos sus siervos. Pasamos a ser amigos. Y, más que amigos, hijos entrañables, carne de su carne. Por nosotros, Dios mismo, a través de Jesús, está dispuesto a morir.

La vida de Jesús, su íntima unión con Dios Padre, nos abre camino a esa relación de hijos. ¡Sentirnos hijos de Dios! ¿Puede algo infundirnos mayor fuerza, entusiasmo y esperanza?

Es ahora, en tiempo de Navidad, cuando celebramos el primero de sus dos grandes gestos de amor a la humanidad: nacer como niño, hacerse hombre, para vivir con nosotros y mostrarnos el camino hacia una vida nueva. El segundo gran gesto lo celebraremos en Pascua, con su muerte y resurrección. Entonces nos abrirá las puertas del cielo definitivamente.