lunes, 14 de mayo de 2007

ONG, solidaridad y transparencia

La honestidad de las ONG

Las últimas noticias sobre supuestos escándalos financieros que pesan sobre conocidas ONG han provocado reacciones diversas entre la ciudadanía. Por un lado, rebrota la desconfianza hacia estas iniciativas solidarias; por otro, en seguida han saltado voces muy cualificadas defendiendo el mundo de las ONG en general y señalando que estos casos son excepciones desafortunadas en el amplísimo campo de la solidaridad.

Desde la perspectiva de las ONG, y como miembro fundador de una entidad del llamado “tercer sector”, estas situaciones me hacen reflexionar y meditar en la importancia, no sólo de mantener nuestra labor, sino de saber demostrar nuestra honestidad y comunicar con transparencia los resultados de nuestra gestión.

En primer lugar, destacaría que, tal como han señalado representantes de importantes ONG, como Interpón Oxfam o la Fundación Lealtad, estos casos, aunque llamativos, son excepcionales. La gran mayoría de ONG son honradas y trabajan haciendo maravillas con recursos muy limitados, consiguiendo una rentabilidad social altísima, muy por encima de los gobiernos y administraciones, con unos fondos mucho menores.

De cara a los ciudadanos, conviene remarcar que todas las ONG estamos obligadas a rendir cuentas ante nuestros socios, ante la administración y las instituciones que nos apoyan, por lo cual una gestión clara y limpia se impone, no sólo como imperativo moral, sino como obligación legal. Por tanto, nada más seguro que invertir en solidaridad, puesto que las entidades estamos muy controladas y fiscalizadas en este sentido. La cultura de la calidad y una gestión cada vez más profesional se está extendiendo cada vez más en el tercer sector.

Conocer la historia

En segundo lugar, creo que los bien intencionados ciudadanos que deciden apoyar una causa solidaria, o apadrinar un niño, o hacerse socios de una gran ONG, deberían informarse un poquito y conocer bien la entidad a la que van a ayudar. Conocer la historia es más importante de lo que parece. Porque en esa historia, en los orígenes de una organización solidaria, subyacen los valores claves, la motivación y todo el potencial de lo que puede llegar a ser. No es lo mismo, por poner dos ejemplos extremos, una ONG que nace como iniciativa de un grupo de misioneros, con unos valores humanitarios muy claros, que una ONG creada por una empresa o un grupo de empresarios, con una intención muy buena, seguramente, pero cuyos criterios de fondo y últimas intenciones pueden ser diferentes.

Tampoco podemos comparar las pequeñas ONG locales, que surgen de la iniciativa de grupos de ciudadanos y vecinos sensibles, asociados para resolver las necesidades de su entorno, con las macro instituciones que operan a gran escala y que, a menudo, funcionan como órganos para-gobierno, con estructuras y métodos totalmente empresariales.

Por eso a los donantes y cooperantes les conviene conocer la historia, el cómo y el porqué nació esa institución, y cuáles son su misión y sus valores. Algunos expertos en marketing de ONG insisten en que los donantes, del mismo modo que cuidan no ser engañados en la compra de un producto, deberían ser más exigentes en cuanto a sus aportaciones y tomarse el tiempo para comprobar que, realmente, aquella organización cumple su cometido.

En cuanto a la honradez e integridad en la gestión de una organización, es cierto que una ONG con grandes recursos puede falsificar su contabilidad e incluso vender una imagen magnificada e irreal de su obra. Pero también existen recursos para comprobarlo. Algunas ONG ofrecen la posibilidad de viajar a los países donde cooperan, e incluso de conocer a los niños apadrinados. Estas ocasiones, para quien tiene la posibilidad, son excelentes para comprobar el cumplimiento de los fines de la organización.

El valor de las pequeñas ONG locales

Finalmente, quisiera romper una lanza a favor de las pequeñas y medianas ONG (aquellas cuyo presupuesto no sobrepasa el millón de euros anuales y, en la mayoría de los casos, ni siquiera llega al medio millón). Aunque pequeñitas, son la mayoría, en número. En cambio, reciben una mínima parte de los fondos de los gobiernos destinados a solidaridad y aún menor porcentaje de ayuda privada. Hablo de muchas asociaciones locales, agrupaciones vecinales con vocación solidaria, iniciativas agrícolas, culturales, sociales, diseminadas por la geografía de muchos países en vías de desarrollo. Grupos de mujeres, de campesinos, cooperativas rurales, artesanales, iniciativas surgidas de parroquias, de misiones, de escuelas, de comunidades locales… Todas estas, que nunca llegan a las pantallas de televisión ni a las grandes vallas publicitarias, que no pueden permitirse campañas mediáticas para captar a miles de socios y padrinos, que sobreviven haciendo auténticos milagros con escasísimos recursos y enorme riqueza de creatividad, entrega y entusiasmo, todas estas, merecen nuestra atención, y quisiera recalcarlo en estas líneas.

Uno de mis trabajos dentro de la Fundación ARSIS es el de profesora on line. Imparto cursos a través de Internet y he tenido la gran suerte de contactar con alumnos de muchos lugares y países, de toda clase de ONG. La mayoría de ellos pertenecen a estas pequeñas ONG, que me gusta llamar con cariño las “ONG David” frente a las grandes “ONG Goliat”, que acaparan toda la atención pública y gran parte de los recursos económicos destinados a la cooperación. A mis alumnos los animo a ser como el David bíblico: valientes, entusiastas y perseverantes. Los animo a moverse en su entorno, a salir a la calle y comunicar su misión y lo que están haciendo. A darse a conocer y a demostrar a los ciudadanos solidarios que ayudar a éstas entidades vale la pena, porque son serias en su trabajo, están beneficiando a muchas personas y, además, son “cercanas”. Cualquiera puede visitarlas y conocer su gran labor.

Por esto, como final de este artículo, y sin menoscabo de la gran labor que hacen esas grandes organizaciones, multinacionales de la solidaridad, quiero lanzar un cabo a las pequeñas ONG locales y llamar la atención sobre ellas. Casi todos nosotros conocemos o tenemos referencias de alguna. Ayudar a quienes tenemos cerca puede llegar a ser mucho más efectivo y gratificante. La solidaridad comienza en casa, con aquellos que conocemos.

martes, 1 de mayo de 2007

Trabajar con amor

Recojo estas reflexiones del P. Alfredo Rubio. Me parecen muy hermosas y totalmente apropiadas para la fiesta de hoy, San José Obrero, fiesta del trabajador.


No podemos limitarnos a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor. Reconocemos a Dios, no sólo en el espectáculo de la naturaleza, sino también en la experiencia de nuestra propia labor, de nuestro esfuerzo. El trabajo así es oración, acción de gracias, porque nos sabemos amados por Dios.

Estas palabras deberían escribirse en letras de oro, impresas en nuestras paredes y en nuestro corazón. A menudo creemos que la contemplación es sentarnos, contemplar y no hacer nada. Y no nos damos cuenta de que contemplar también es mirar y reconocer lo que hace Dios a través de nuestro trabajo.

Trabajar como autómatas, por obligación o porque toca hacerlo, no es propio del Reino de Dios. La fe no es una industria. El trabajo verdadero nace del amor. Un amor que no impulse al trabajo es tan sólo un puñado de palabras vacías. Si uno ama, trabaja. El trabajo es la prueba de que ese amor es auténtico, fructífero, fecundo. Por sus frutos lo conoceréis.

Por otra parte, el fin del trabajo no es fabricar objetos o ganar dinero. El objeto último del trabajo es el amor. Si fabrico algo, es por amor. Porque si no es por amor, ¿para qué lo hago?

Reconocemos a Dios, no sólo en el espectáculo de la naturaleza, contemplando una noche estrellada o la belleza de las flores, sino también en la experiencia de nuestra propia labor, de nuestro esfuerzo. ¿Por qué? Porque esa tarea, esos frutos, no salen de nosotros mismos. Brotan de un hontanar más hondo que nuestra pura naturaleza, siempre inclinada al egoísmo y a la vagancia. Este trabajo, fruto del amor, revela que existe una fuente maravillosa en nuestra esencia, en nuestras mismas raíces. Somos criaturas hechas por el amor de Dios.

El trabajo hecho con amor y por amor es oración. Es una oración sin necesidad de decir una palabra. Y es una oración, además, de acción de gracias al Dios, que me ha hecho ser por amor. Desde mis raíces sube esta savia del amor que me hace existir. Si no le pongo obstáculos, el trabajo fructificará en mí, convirtiéndose en una acción de gracias por existir, fruto del amor de Dios. Es una acción de gracias porque nos sabemos amados por Dios.

P. Alfredo Rubio