sábado, 31 de octubre de 2009

La inteligencia del amor

En su encíclica Caritas in Veritate, el Santo Padre une la razón y el corazón con palabras muy bellas y certeras. Nos muestra esa inteligencia del amor que aprendieron y practicaron muchas personas que hemos conocido y que hoy son santos, felices junto al Padre Creador, en el cielo.

Dice el Papa en el capítulo 30 de la encíclica:

«La caridad no excluye el saber, más bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro.

El saber nunca es sólo obra de la inteligencia.

Si el saber quiere ser sabiduría capaz de orientar al hombre ha de ser sazonado con la sal de la caridad.

Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es estéril sin el amor.

El que está animado por la caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez.

Las exigencias del amor no contradicen las de la razón.

Las ciencias no pueden indicar por sí solas la vía hacia el desarrollo integral del hombre. Hay que lanzarse más allá.

Ese ir más allá nunca significa prescindir de la razón, ni contradecirla. No existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor

Con estas reflexiones, podemos ver que las polémicas, tan actuales, que quieren enfrentar fe y razón, ciencia y religión, no tienen mucho sentido.

La razón y la inteligencia, para un creyente, son dones de Dios que nos estimulan al conocimiento y al saber. Son instrumentos que también nos pueden ayudar a amar más. Decía santa Teresa: “quien ama mucho, piensa mucho”. El verdadero amor es mucho más que sentimiento. Es voluntad, es lucidez, es sabiduría.

De la misma manera, es el amor el que nos empuja al conocimiento. Los grandes científicos no sólo han sido personas inteligentes y metódicas: han sido apasionados de sus respectivas ramas del saber.

Aplicando esto a la realidad, vemos cómo el Papa hace una llamada a los creyentes: si queremos mejorar el mundo, hemos de poner en marcha nuestra inteligencia y nuestra razón para saber cómo mejor actuar. El amor nos mueve, pero la razón nos ayuda a conducir nuestros esfuerzos de manera eficaz.

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