jueves, 13 de junio de 2013

Dejarse amar

En su homilía el viernes pasado, día del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Francisco hablaba de la importancia del dejarse amar por Dios. Señalaba, con su fina agudeza psicológica, que a menudo pensamos que lo más grande y lo más heroico es amar, hasta dar la vida si es necesario. Pero, en ocasiones, decía, lo más grande, lo más difícil y lo más hermoso es dejarse amar. 

¡Dejarse amar, acariciar, por Dios! Con estas palabras del Papa recordé que cristiano, literalmente, significa ungido. Ungido, acariciado, mimado por Dios. ¿Somos conscientes de lo que esto supone para nosotros? ¿Cómo podemos seguir viviendo tristones y pesimistas, sabiendo que somos tan amados por el Amor de los amores? ¿Llegaremos a sentir, a experimentar algún día, este amor tan grande? 

En nuestra parroquia el P. Joaquín predicaba que somos mirados, tocados, acariciados por Dios. Pero Dios hace algo más que tocarnos: se nos hace alimento, se mete en nuestro cuerpo, se desliza hasta nuestras entrañas, como pan suave y delicioso, para convertirse en sangre de nuestra sangre. ¿Podemos imaginar intimidad mayor, más grande, más milagrosa? Saber esto ¡debería transformarnos radicalmente! Y hacernos irradir gozo y alegría. 

Explicaba Santa Teresita que ella, en sus ratos de oración soledosa, no hacía nada. «Simplemente me dejo amar». ¡Qué lección! Y es que sí, resulta que, al final, va a ser más difícil dejarse amar. Dejarse amar por un Amor tan grande que no puede dejarnos indiferentes. Es más fácil no ser tan amados, no dejar que Dios nos dé tanto, no sea que tengamos que responder, ¡qué espanto!, y devolverle algo de ese amor. 

Un gran teólogo decía algo estremecedor. Hay personas que no soportan tanto amor. Sea por el miedo, por el orgullo, por el afán de retribuir y no “deber nada a nadie”, por su voluntarismo o por su desconfianza en la bondad, tienen el alma pequeña y frágil. Su morada interior está quebrada y el peso de un amor tan grande las hiere, las aplasta y las sofoca. No pueden resistirlo y se alejan del amor, o se cierran. No creen que Dios las puede curar. En realidad, lo temen. Aún lo ven antes como juez que como padre. Tremendo pero cierto. Es necesario tener el alma grande para dejarse amar. Grande... o quizás mejor dicho, abierta. Porque es Dios quien, suave, como una caricia, la hará grande. Como decían los místicos: él es quien dilata nuestro corazón. Él es quien lo hace fuerte, tierno, ardiente, y amplio para contener el mar entero de su amor.

1 comentario:

  1. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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