domingo, 20 de agosto de 2006

¿Qué sentido tienen las religiones?

La religión como lenguaje

Religión viene del latín religare, establecer lazos y vínculos con una realidad más allá, trascendente. No es sinónimo de jerarquía, doctrina o sistema de leyes impuestas. En realidad, toda religión es un lenguaje. Su fin es intentar traducir en palabras humanas una experiencia mística que sobrepasa toda expresión (inefable). Esto, por supuesto, no se da sin limitaciones ni paradojas. De ahí que el lenguaje religioso sea “místico” o misterioso, pues no puede entenderse con el auxilio de la razón sola (aunque no es irracional), sino que debe entenderse a la luz de una experiencia vivida y pasada por el corazón. En el origen de toda religión hay una honda vivencia mística, experimentada por una o más personas, que se transmite a un colectivo.

Por tanto, la religión forma parte de la cultura humana desde sus mismas raíces, pues la humanidad, desde sus orígenes, ha entrado en diálogo con una realidad trascendente, más allá de la pura experiencia terrena. No hay cultura que no esté teñida y empapada de una determinada religiosidad y sistema de creencias.

Si toda religión es un lenguaje, ciertamente el lenguaje puede velar o revelar; puede aclarar o confundir, puede enseñar o mentir. Pero, ¿acaso no necesitamos un lenguaje para expresar cualquier realidad? Somos humanos, seres de carne y hueso, y precisamos de signos palpables y palabras materiales para expresarnos.

La religión como puente

El hecho de negar las diversas doctrinas, o de apelar a una fe universal, o a una síntesis de todas ellas, ya es un intento de construir un nuevo sistema de creencias. Incluso el ateísmo o el agnosticismo, el considerar la ciencia como máximo valor y las leyes científicas como motores del universo, son en cierto modo nuevas formas de religión. Pues todo son credos donde hay algo –idea o realidad –que se erige en valor absoluto. El mismo relativismo, que rechaza que nada sea absoluto o totalmente cierto o veraz, erige lo relativo en absoluto (valga la paradoja casi absurda, pues cuando lo relativo deviene absoluto, ¡ambos conceptos se están contradiciendo!). Muchas personas que niegan las religiones tradicionales, en realidad están fabricando su propia religión a la carta.

Lo queramos o no, necesitamos un medio para hablar de Dios y del trascendente. El ser humano es comunicativo por naturaleza y está en sus mismos genes el impulso de comunicarse. Las religiones en su más genuino sentido no deben ser entendidas como estrictas listas de normas morales, sino como poema, lenguaje, música, que expresa la experiencia divina vivida por la humanidad. No son barreras, sino puente. No imponen fronteras, sino que abren puertas a una realidad metafísica.

Religión y valores humanos

Por ello, antes de inventar nuevas fórmulas, vale la pena conocer las religiones que existen en profundidad y descubrir sus tesoros escondidos. En las grandes religiones de la historia encontraremos sólidos valores que fundamentan la dignidad de todo ser humano.

Nuestra cultura occidental, hija y heredera de una rica tradición religiosa, no debería renunciar a sus orígenes, hondamente arraigados en la religión judeocristiana. Pues si profundizamos con espíritu científico y sincero, seguramente encontraremos en ella los cimientos de muchos de los valores humanos que hoy nos distinguen y que intentamos llevar a todo el mundo. No me refiero al capitalismo ni a la globalización económica, sino a otros valores, como la igualdad, la fraternidad, la dignidad de la mujer y la defensa de los más débiles. Son los valores base de nuestra sociedad actual del bienestar que tantos pueblos del mundo anhelan conseguir.

En el próximo capítulo: Aciertos y riesgos de las religiones.
Si queréis proponer algún tema, escribid a montse@arsis.org.

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