domingo, 21 de agosto de 2016

Agua clara y agua turbia



El mundo es como un cubo de agua turbia. El agua fue clara un día, pero alguien la enturbió. Hoy vemos esta suciedad del agua en las guerras, el terrorismo, el hambre, la pobreza…

Cuando hacemos una buena obra es como echar un vasito de agua clara en el cubo de agua del mundo. ¿Qué hace un poco de agua limpia? Aparentemente, nada. 

Pero ¿qué ocurre si seguimos echando vasito tras vasito de agua limpia? Al principio no se nota. Pero si continuamos echando vasos, y cada vez somos más los que echamos agua clara… al final el cubo se llenará y el agua turbia empezará a derramarse. 

El agua ya no será tan turbia. Si seguimos, otros se animarán a echar agua limpia. Y así, continuamente… llegará un momento en que el cubo estará ¡lleno de agua clara!

Esta es la invitación a la que somos llamados los cristianos. A ser vasito de agua clara en el mundo. Y a animar a muchos otros a hacer lo mismo. Puede que tardemos en ver los resultados. Puede que nunca los veamos, en vida, pero no dejemos de hacerlo porque un poco de agua limpia sí marca una pequeña diferencia. 

Todos somos vasos. El agua clara nos la da Dios. Jesús es agua de vida, limpia, purificante. Llenos de él, haremos un poco más claro, más limpio, más hermoso el mundo. ¡No nos cansemos! El agua no se agota…

(La comparación es del P. Alfredo Rubio)

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