Tenemos muchas ideas un tanto confusas y equivocadas sobre la resurrección. ¿Es un volver de la muerte... para morir de nuevo? ¿Es una especie de reencarnación? ¿Es la inmortalidad del alma o de la consciencia? ¿Es un eterno ciclo de transformación?
Nada de esto. La resurrección en la que creemos los cristianos es algo diferente. Tan nuevo, tan extraño e increíble, que... muchos no creyeron, hace dos mil años. Y muchos rechazan creerlo, hoy. Incluso numerosos cristianos no acaban de creer en ella. ¿Por qué?
Porque es algo inconcebible con nuestra razón e imaginación. Porque rebasa cualquier expectativa o mitología sobre la vida, la muerte y el más allá. Porque es una promesa tan hermosa... y una realidad tan desbordante, que nos cuesta creerla.
Y, sin embargo, alguien vino del más allá para contárnoslo. Y ese alguien no es cualquiera. Jesús, el hombre valiente y honesto que murió injustamente, el profeta del amor de Dios, ¿iba a regresar para ilusionarnos en vano?
La Iglesia entera descansa en su resurrección. Los creyentes de hoy nos sustentamos en el testimonio de los apóstoles, que lo vieron vivo. Esto que hemos visto y oído, lo que hemos palpado, la palabra de vida que hemos escuchado... eso os transmitimos, dice san Juan. ¿Nos fiamos o no? La fe es creer en la verdad de estos testimonios. Es creer en la verdad de lo que Cristo les dijo y nos dice a todos.
Viviremos para siempre. Y no sólo en alma, sino en cuerpo, aunque será un cuerpo glorioso, no sujeto a los límites de la materia tal como la conocemos. La resurrección afecta a la persona entera, cuerpo + alma. No sabemos el cómo ni cuándo (Dios es el Señor de los "cómo") pero sabemos que será así. Porque, como dijo Jesús a sus amigos, donde yo estoy quiero que estéis también vosotros.
Escuchar al P. Carreira hablando de la resurrección llena de esperanza. Buscad, también, las revelaciones de san Pablo sobre el tema en 1 Corintios 15. Animan a vivir con plenitud y paz el día a día.
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