Como muchos otros cristianos, recibí la noticia de la renuncia del Papa a su cargo con sorpresa y un cierto sobrecogimiento. También con un poco de pena. ¿Es posible? En toda la historia de la Iglesia, muy pocos papas, creo que solo uno o dos, han renunciado. Los demás han muerto ocupando su sede, o bien fueron mártires.
He leído el comunicado del Papa varias veces, con calma. Tras escuchar decenas de opiniones y meditarlo, pienso que en ese breve mensaje tenemos todas las claves de esta decisión, sin necesidad de buscar más. ¡Ese breve párrafo dice mucho!
El Papa ha sido muy libre y muy humilde renunciando. Lo explica bien: es realista y lúcido en cuanto a sus fuerzas. Se retira cuando ya no se siente capaz, con discreción y elegancia. No "huye de los problemas", como algunos han insinuado. Ha afrontado muchos y graves conflictos en poco tiempo, siempre dando la cara y gestionándolos con decisión. Ha aprovechado bien el tiempo: ha viajado a países muy significativos, ha dialogado con líderes de otras religiones, ha inaugurado el Año de la Fe y ha lanzado los proyectos de la nueva evangelización; nos ha dejado tres preciosas encíclicas sobre los puntales del Cristianismo —el amor, la esperanza y la verdad—, y sus tres últimos libros sobre el gran amor de su vida: Jesús.
En sus escritos y catequesis nos ha transmitido muchos mensajes, claros y profundos, en ese estilo suyo tan didáctico. Nos ha acercado a los padres de la Iglesia, a los doctores, a los místicos y a muchas santas que antes eran poco conocidas del ancho público. Ha sido pastor, teólogo y maestro.
Y, finalente, con su dimisión, nos ha dado una lección magistral: de renuncia al poder, de humildad, de espiritualidad y de libertad. En un mundo frenético, arrastrado por el activismo que también invade a la Iglesia, el Papa nos habla de «servir desde la oración». Y se va, a darnos ejemplo, retirándose al silencio de un pequeño claustro.
Rezaré por él. Es el Papa al que más he seguido, quizás por mi edad y por mi creciente implicación en la Iglesia. He disfrutado y aprendido leyéndolo y escuchándolo. Y lo tendré muy presente, a través de sus libros y sus mensajes. Justamente esta semana inicié otro: Los caminos de la vida interior. ¡Qué título más acorde con lo que ha sucedido! En la portada del libro aparece el Papa, vestido de blanco, junto a un estanque, en un jardín. Extiende una mano y va arrojando migas de pan a los pececillos. He pensado que es una bonita imagen de su futuro, muy pronto. En el retiro, junto a la naturaleza que tanto ama, envuelto en la música de los árboles y los pájaros, en la soledad que no es solitaria porque, como alguien dijo, quien está con Dios nunca está solo.
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