Dice el Papa en el cap. 23 de Caritas in Veritate: “No basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. Salir del atraso económico no resuelve la problemática compleja de la promoción humana”.
Y así es. Lo vemos en el mundo: el aumento de la riqueza no ha evitado que crezcan los desequilibrios y las diferencias. De nuevo el Papa insiste en que se necesita una visión trascendente del desarrollo para que éste no se convierta en explotación sin escrúpulos de los recursos y las personas: “Dios es el garante del verdadero desarrollo humano. Habiéndolo creado a su imagen, funda su dignidad trascendente y alimenta su anhelo de ser más.” (cap. 29)
Para las ideologías ateas, el ser humano es fruto del azar o la necesidad. Esta filosofía causa un gran daño al auténtico desarrollo, pues “priva a los ciudadanos de la fuerza moral y espiritual para comprometerse en el desarrollo humano integral y les impide avanzar en un compromiso hacia una respuesta humana más generosa al amor divino” (cap. 29) Un desarrollo económico y tecnológico sin Dios lleva a un “subdesarrollo moral” y, al final, a la injusticia y a las desigualdades.
El Papa nos recuerda que el ser humano “no es un átomo perdido en un universo casual, sino una criatura de Dios, a quien Él ha querido dar un alma inmortal y al que ha amado desde siempre”. Esa dignidad de ser hijos de Dios es la que nos empuja a los creyentes a luchar por un auténtico desarrollo de toda persona.
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