En el 32 aniversario de nuestra Constitución, es oportuno reflexionar sobre la polémica que se ha desatado en torno al crucifijo en los lugares públicos.
Es oportuno porque el tema de fondo que se debate aquí es la libertad religiosa y el papel de la fe cristiana en nuestra cultura occidental.
Lo que dice la Constitución
Nuestra Constitución establece que el estado español es laico y aconfesional. Esto quiere decir que el poder público no se vincula a ningún credo y que se respeta la libertad de conciencia de los ciudadanos. Es un principio que establece la separación del poder político y la religión, y esto es muy correcto y acorde con el Cristianismo. Recordemos que Jesús mismo dijo: «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Pero el hecho de ser aconfesional no excluye que el estado pueda colaborar con las instituciones religiosas, especialmente si éstas cumplen una importante labor social, educativa y asistencial, como es el caso de la Iglesia Católica. (Ver cap. II, artículo 16 de la Constitución)
Otro concepto diferente es “laicista”. La Constitución española no es laicista. Por laicismo se entiende la doctrina que propugna la eliminación de toda manifestación religiosa en público, quedando la fe relegada a lo privado. Con lo cual se está vulnerando el derecho a la libertad religiosa, que es poder creer, expresar y manifestar públicamente la fe de cada cual.
El laicismo radical ha sido propio de dictaduras y regímenes autoritarios, como el comunismo soviético, el nazismo y otros, aún vigentes en algunos países del mundo. Un estado democrático no puede negar el hecho religioso ni impedir que los ciudadanos creyentes lo expresen en público, se reúnan, se asocien y comuniquen su fe. Tampoco puede prohibir o reducir a espacios privados las celebraciones y eventos propios de la fe, como las procesiones.
Símbolo de una cultura y de una historia
El crucifijo es un símbolo, no sólo del Cristianismo, sino de los valores que han contribuido al nacimiento de la cultura occidental. La cruz de Cristo simboliza el hombre que abraza la humanidad, la vida que se entrega, la libertad humana ante el poder injusto. La cruz significa la victoria del amor frente a la muerte. Es una bofetada moral al poder autoritario y represivo. Tal vez por eso resulte molesto.
La cruz también encarna el perdón, el amor incondicional, la atención a los pobres, a los desvalidos, a los que no tienen voz. Valores como la igualdad, la protección de los pobres, de los más débiles… han sido puntales de la fe cristiana y han configurado nuestra cultura europea. Occidente es lo que es porque el cristianismo añadió el valor de la vida humana y del amor a un sustrato muy rico. La cristiandad supo recoger y desarrollar la tradición clásica, griega y romana, la tradición germánica y céltica de los pueblos centroeuropeos y la semítica del pueblo judío. De estas culturas, integradas por el Cristianismo, se gesta Europa durante ese periodo fascinante que es la Edad Media y florece con fuerza en el Renacimiento y la Edad Moderna.
Querer eliminar la cruz como símbolo de nuestra cultura es borrar una parte imprescindible de nuestra historia. Es cierto que toda historia es dura y muchas veces sangrienta. Nuestro pasado está lleno de claroscuros, de errores, pero también de aciertos. Conocer y aceptar la historia tal como fue nos ayudará a vivir el presente y a proyectar el futuro. El pasado no es sólo una herencia o un lastre que se nos ha cargado a las espaldas: el pasado son nuestras raíces. Y sabido es que la raíz, aunque oculta, alimenta y sostiene el árbol. ¿Qué será de una sociedad que renuncia a sus raíces o quiere cortarlas?
La huella humanizadora del Cristianismo
Incluso para los no creyentes, la cruz es una raíz potente de nuestra historia, a la que no podemos renunciar alegremente. Muchos filósofos y pensadores reconocen los valores humanos y antropológicos que el cristianismo ha aportado al mundo. ¿Cómo se explica que otros pueblos de enorme riqueza cultural no hayan llegado a la situación de libertad, democracia y protección social que disfrutamos en Occidente? La herencia de Grecia y Roma también llegó a tierras no europeas, y también fue estudiada por sus sabios y eruditos. Las culturas de Oriente son riquísimas en todos los sentidos. Pero si buscamos, hoy, naciones donde existan amplias libertades, donde se hable de igualdad, donde la mujer tenga acceso a las mismas oportunidades que el varón; donde se proteja a los niños y se cuide a los ancianos y a los enfermos; donde los ciudadanos puedan elegir democráticamente a sus gobernantes y cada cual tenga libertad de conciencia, expresión y asociación, encontraremos que son justamente los países que han recibido la herencia cristiana y que la mantienen viva hasta hoy. Son los países que han crecido a la sombra del crucifijo.
Leer otro interesante artículo sobre el tema en Forum Libertas.
Montse, felicidades por este escrito tan cierto y tan bien expresado. Si no te importa, voy a compartirlo con mi gente. Saludos, y Feliz Navidad.
ResponderEliminarLaura.
Hola, Laura. Gracias por tu comentario. Por supuesto, compártelo y difúndelo entre toda la gente que quieras.
ResponderEliminarHe visitado tu blog y me he leído las últimas entradas. ¡También es muy interesante!
Feliz Navidad a ti también,
Montse