viernes, 12 de octubre de 2012

Dos relatos sobre la Creación -1-


El primer libro de la Biblia, el Génesis, se inicia con dos relatos paralelos sobre la creación del mundo y del ser humano. Son dos relatos míticos, inspirados en tradiciones muy antiguas, cuya finalidad es religiosa. Es decir, más que describir de manera rigurosa ―hoy diríamos científica― cómo se originó el mundo y la vida, pretenden dar un significado, un sentido, a la realidad del mundo y de la existencia humana.

Los dos primeros capítulos del Génesis nos presentan dos visiones sobre el universo y el hombre, sobre las cuales se desarrolló una fe, la del pueblo judío, y una cultura. Esta fe y esta cultura son una de las raíces de la civilización occidental y su influencia perdura hasta hoy.

El primer relato

El Génesis empieza con una narración poética sobre cómo Dios creó el mundo a partir de un caos de aguas primigenias. Su espíritu flota sobre las aguas. Con su voz y su palabra, separa las aguas, separa la luz de la tiniebla y comienza a crear los seres vivientes que pueblan la tierra y el aire. Finalmente, crea al ser humano.
Este relato de la Creación es el último que se escribió, en orden cronológico. Posiblemente es uno de los fragmentos más modernos de la Torá. Los académicos lo atribuyen a la escuela sacerdotal o «fuente P», una de las cuatro que nutren el material escrito del Pentateuco. Si se lee el texto con voz pausada, efectivamente podemos captar ese tono dramático y  solemne propio de una oración litúrgica. La cadencia de las frases, las repeticiones a modo de estribillo: «Y Dios vio que era bueno», incluso el orden y el paralelismo interno entre los seis primeros días y lo creado en ellos, forman una estructura perfecta.

Día 1. Separa el día de la noche.
Día 4. Crea los astros.
Día 2. Separa las aguas y el aire.
Día 5. Crea aves y peces.
Día 3. Hace surgir la tierra firme, la hierba y las plantas.
Día 6. Crea los animales y el hombre, que se alimentarán de las plantas.
Día 7. Descansa.

Los autores de este relato tampoco partían de cero. Recogían antiguas tradiciones religiosas de los pueblos con los que Israel convivió durante siglos. Podemos trazar algunas semejanzas y diferencias entre Génesis 1 y el conocido poema Enuma elish, que literalmente significa «En el principio», de tradición babilónica. Con estas mismas palabras se inicita también el Génesis, que en hebreo lleva el título B resit, que significa lo mismo.

Tanto en Génesis 1 como en el Enuma elish el origen de todo es un caos acuático. Las aguas turbulentas son una imagen viva de ese mar primigenio de donde surge la vida. Pero, así como en el poema babilónico de las aguas surgen monstruos, genios y dioses que pelean entre sí por el dominio del mundo, en la Biblia encontramos a un Dios solo, con su espíritu, que crea mediante la palabra.

Los dioses del Enuma elish crean a los humanos para que sean sus sirvientes. Y llega un momento en que los humanos se multiplican tanto y se hacen tan ruidosos que el rey los dioses, irritado, decide destruirlos y envía un gran diluvio o inundación (esto se narrará en otros relatos). Un hombre y su familia se salvarán de la catástrofe, embarcándose en un arca que flotará sobre las aguas. Esta parte del relato inspirará la historia de Noé, que en la Biblia revestirá un significado muy distinto.

De la mitología del Enuma elish se desprende una cosmovisión y un orden social: de la misma manera que los dioses se pelean, se organizan y finalmente acatan y obedecen a un jefe, los hombres también se organizan y obedecen a un rey-sacerdote, al que se someten. El poema refleja y legitima la estructura de una sociedad fuertemente jerarquizada.

De Génesis 1 se desprende una cosmovisión y, sobre todo, una visión del ser humano, radicalmente diferente. El hombre es el culmen de la creación, el último ser creado. Y no ha sido creado para ser el esclavo de Dios, sino que este lo ha formado «a su imagen y semejanza», similar a él mismo. Esta es la distancia entre  el hombre y Dios: la de creador y criatura, la de artista y obra. No hay sumisión, esclavitud ni jerarquías humanas. Además, el creador se preocupa por su criatura y pone a su disposición la naturaleza para que viva en ella y se alimente de sus frutos. Aquí podemos atisbar un inicio de antropocentrismo: la creación es un jardín que Dios planta para colocar en él a su criatura predilecta. También podemos ver en este relato la importancia y la dignidad del ser humano, comparable al mismo Dios. Por tanto, comparte con él algunas de sus características: es libre, es creativo, es responsable.

Finalmente, un aspecto crucial de este relato es que Dios crea al hombre sexuado: «hombre y mujer los creó». De una frase tan sencilla podemos extraer dos consecuencias trascendentales. Por un lado, está equiparando en importancia a ambos. Ambos son semejantes a Dios. No hay uno que esté por encima del otro. Es, quizás, el relato más antiguo donde se pueda hablar de «igualdad de sexos». Teniendo en cuenta que fue escrito en una época y en un entorno cultural donde había una fuerte discriminación hacia la mujer, esta frase es notoria. Por otro lado, nos indica que es la unión, hombre-mujer, y no el individuo aislado, lo que más se asemeja a Dios. Sugiere que hombre y mujer han sido creados para estar juntos, para unirse y hacer realidad un proyecto vital y creador. Nos habla de la naturaleza solidaria del hombre, de su necesidad y su capacidad para amar y ser amado. Nos indica que la plenitud humana se encuentra en el amor, en la entrega del uno al otro. La imagen más transparente, pura y certera de Dios es la unión amorosa entre un hombre y una mujer.

De esta manera, Génesis 1 nos explica qué sentido tiene el mundo, como hogar y sustento del ser humano, cuál es la vocación del hombre, llamado a ser libre y a vivir una relación armoniosa con la naturaleza y sus semejantes, y finalmente el relato recuerda que es necesario dedicar un tiempo a Dios, al descanso y a la fiesta. Posiblemente Génesis 1 sirvió como relato etiológico para explicar el origen del sabbath judío. Pero el valor antropológico del sábado como día festivo, de descanso, de encuentro con los demás y de gratitud hacia el Creador, no deja de tener vigencia hasta hoy.

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