El primer libro de la Biblia, el Génesis, se
inicia con dos relatos paralelos sobre la creación del mundo y del ser humano.
Son dos relatos míticos, inspirados en tradiciones muy antiguas, cuya finalidad
es religiosa. Es decir, más que describir de manera rigurosa ―hoy diríamos
científica― cómo se originó el mundo y la vida, pretenden dar un significado,
un sentido, a la realidad del mundo y de la existencia humana.
Los dos primeros capítulos del Génesis nos
presentan dos visiones sobre el universo y el hombre, sobre las cuales se
desarrolló una fe, la del pueblo judío, y una cultura. Esta fe y esta cultura
son una de las raíces de la civilización occidental y su influencia perdura
hasta hoy.
El primer relato
El Génesis empieza con una narración poética
sobre cómo Dios creó el mundo a partir de un caos de aguas primigenias. Su
espíritu flota sobre las aguas. Con su voz y su palabra, separa las aguas,
separa la luz de la tiniebla y comienza a crear los seres vivientes que pueblan
la tierra y el aire. Finalmente, crea al ser humano.
Este relato de la Creación es el último que se
escribió, en orden cronológico. Posiblemente es uno de los fragmentos más
modernos de la Torá. Los académicos lo atribuyen a la escuela sacerdotal o
«fuente P», una de las cuatro que nutren el material escrito del Pentateuco. Si
se lee el texto con voz pausada, efectivamente podemos captar ese tono
dramático y solemne propio de una
oración litúrgica. La cadencia de las frases, las repeticiones a modo de
estribillo: «Y Dios vio que era bueno», incluso el orden y el paralelismo
interno entre los seis primeros días y lo creado en ellos, forman una
estructura perfecta.
Día 1. Separa el día
de la noche.
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Día 4. Crea los
astros.
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Día 2. Separa las
aguas y el aire.
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Día 5. Crea aves y
peces.
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Día 3. Hace surgir
la tierra firme, la hierba y las plantas.
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Día 6. Crea los animales
y el hombre, que se alimentarán de las plantas.
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Día 7. Descansa.
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Los autores de este relato tampoco partían de
cero. Recogían antiguas tradiciones religiosas de los pueblos con los que
Israel convivió durante siglos. Podemos trazar algunas semejanzas y diferencias
entre Génesis 1 y el conocido poema Enuma
elish, que literalmente significa «En el principio», de tradición
babilónica. Con estas mismas palabras se inicita también el Génesis, que en
hebreo lleva el título B resit, que
significa lo mismo.
Tanto en Génesis 1 como en el Enuma elish el origen de todo es un caos
acuático. Las aguas turbulentas son una imagen viva de ese mar primigenio de
donde surge la vida. Pero, así como en el poema babilónico de las aguas surgen
monstruos, genios y dioses que pelean entre sí por el dominio del mundo, en la
Biblia encontramos a un Dios solo, con su espíritu, que crea mediante la
palabra.
Los dioses del Enuma elish crean a los humanos para que sean sus sirvientes. Y
llega un momento en que los humanos se multiplican tanto y se hacen tan
ruidosos que el rey los dioses, irritado, decide destruirlos y envía un gran
diluvio o inundación (esto se narrará en otros relatos). Un hombre y su familia
se salvarán de la catástrofe, embarcándose en un arca que flotará sobre las
aguas. Esta parte del relato inspirará la historia de Noé, que en la Biblia
revestirá un significado muy distinto.
De la mitología del Enuma elish se desprende una cosmovisión y un orden social: de la
misma manera que los dioses se pelean, se organizan y finalmente acatan y obedecen
a un jefe, los hombres también se organizan y obedecen a un rey-sacerdote, al
que se someten. El poema refleja y legitima la estructura de una sociedad
fuertemente jerarquizada.
De Génesis 1 se desprende una cosmovisión y,
sobre todo, una visión del ser humano, radicalmente diferente. El hombre es el culmen
de la creación, el último ser creado. Y no ha sido creado para ser el esclavo
de Dios, sino que este lo ha formado «a su imagen y semejanza», similar a él
mismo. Esta es la distancia entre el
hombre y Dios: la de creador y criatura, la de artista y obra. No hay sumisión,
esclavitud ni jerarquías humanas. Además, el creador se preocupa por su
criatura y pone a su disposición la naturaleza para que viva en ella y se
alimente de sus frutos. Aquí podemos atisbar un inicio de antropocentrismo: la
creación es un jardín que Dios planta para colocar en él a su criatura
predilecta. También podemos ver en este relato la importancia y la dignidad del
ser humano, comparable al mismo Dios. Por tanto, comparte con él algunas de sus
características: es libre, es creativo, es responsable.
Finalmente, un aspecto crucial de este relato
es que Dios crea al hombre sexuado: «hombre y mujer los creó». De una frase tan
sencilla podemos extraer dos consecuencias trascendentales. Por un lado, está
equiparando en importancia a ambos. Ambos son semejantes a Dios. No hay uno que
esté por encima del otro. Es, quizás, el relato más antiguo donde se pueda
hablar de «igualdad de sexos». Teniendo en cuenta que fue escrito en una época
y en un entorno cultural donde había una fuerte discriminación hacia la mujer,
esta frase es notoria. Por otro lado, nos indica que es la unión, hombre-mujer,
y no el individuo aislado, lo que más se asemeja a Dios. Sugiere que hombre y
mujer han sido creados para estar juntos, para unirse y hacer realidad un
proyecto vital y creador. Nos habla de la naturaleza solidaria del hombre, de
su necesidad y su capacidad para amar y ser amado. Nos indica que la plenitud
humana se encuentra en el amor, en la entrega del uno al otro. La imagen más
transparente, pura y certera de Dios es la unión amorosa entre un hombre y una
mujer.
De esta manera, Génesis 1 nos explica qué
sentido tiene el mundo, como hogar y sustento del ser humano, cuál es la
vocación del hombre, llamado a ser libre y a vivir una relación armoniosa con
la naturaleza y sus semejantes, y finalmente el relato recuerda que es
necesario dedicar un tiempo a Dios, al descanso y a la fiesta. Posiblemente
Génesis 1 sirvió como relato etiológico para explicar el origen del sabbath
judío. Pero el valor antropológico del sábado como día festivo, de descanso, de
encuentro con los demás y de gratitud hacia el Creador, no deja de tener
vigencia hasta hoy.
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