En el primer comentario, hablábamos del amor y de la verdad como dones, procedentes de Dios, y pilares del desarrollo humano. Esta vez vamos a centrarnos en la justicia.
Dice el Papa en el capítulo 6 de la encíclica:
"Ante todo, la justicia.
La justicia es inseparable de la caridad.
La justicia es la primera vía de la caridad, su “medida mínima”.
Y así es. Si queremos amar, no podemos saltarnos ese mínimo exigible, que es la justicia humana: dar a cada cual lo que le corresponde.
Durante muchos años, se ha criticado a la Iglesia por querer ejercer la caridad de forma paternalista o poco eficaz. Y se ha querido sustituir por la justicia social, por los derechos, por la ley.
El Papa nos muestra que tampoco podemos separar justicia y caridad. Pretender ser caritativo sin ser justo sería hipócrita; ésa sí que sería una caridad desviada. Pero quedarse en la mera justicia es muy poco. El ser humano está llamado a más.
La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo “mío” al otro, pero nunca carece de justicia, que lleva a dar al otro lo que es “suyo”, lo que le corresponde.
La caridad incluye la justicia, la completa y la sobrepasa. La caridad auténtica es amor gratuito, que da sin límites y sin esperar nada a cambio. Es la justicia de Dios: la que da a todos y a cada cual, no según se merezcan, sino según la magnificencia de Dios.
El amor es generoso y da porque quiere, esa es su libertad. Y el amor sostiene la justicia. Hemos visto en la historia de la humanidad que las leyes solas no son suficientes para garantizar la justicia y el bienestar de las personas. Falta algo, y ese algo es un don gratuito que todos podemos dar y recibir: la caridad, el amor.
Así, en el capítulo 38, Benedicto XVI nos dice: "Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia".
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