domingo, 26 de octubre de 2008

Sois un modelo para los creyentes

1 Ts 1, 5c-10
Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya.

El testimonio de una comunidad

Pablo elogia la fe de la comunidad de Tesalónica; una fe tan entusiasta que, según sus palabras, corrió de boca en boca, y los convirtió en ejemplo y modelo a seguir para otras comunidades de Grecia.

Este fragmento ensalza el testimonio eficaz. Los creyentes que viven su fe con autenticidad y convicción profunda son el mejor mensaje. Pablo continúa diciendo en su carta que él y sus colaboradores apenas tuvieron que predicar: la vida de aquella comunidad hablaba por sí sola.

Hoy, los cristianos podemos preguntarnos: ¿qué dice la sociedad, qué dicen nuestros vecinos de la gente de Iglesia? ¿Cómo habla de nosotros el mundo que nos rodea? Pueden criticarnos o no comprendernos, pero, ¿somos realmente testimonio del amor de Dios? ¿Puede decir la gente: “mirad, cómo se aman”? ¿Es nuestra parroquia un lugar abierto, acogedor, donde las personas se sienten atendidas, dignificadas y amadas?

Alegría en medio de las tormentas

Otro aspecto quisiera resaltar en esta lectura. Pablo comenta que estos fieles recibieron la palabra de Dios en medio de luchas, pero con la alegría del Espíritu Santo. ¡Así sucede siempre! La alegría de la conversión no es idílica. Siempre hay que superar obstáculos y oposiciones, no está exenta de dificultades. Además, comprometerse con Jesús tampoco es cómodo: a veces, nos complica la vida y nos exige una entrega que no imaginábamos. Sin embargo, el don de Dios es tan inmenso que su alegría desborda y supera todas las adversidades. Llenos de su amor, podemos superar todas las batallas, internas y externas.

El Dios verdadero libera

Finalmente, Pablo dice que estos creyentes abandonaron los ídolos y se volvieron para servir al Dios vivo y verdadero. Los ídolos, aunque aparenten ofrecer cosas buenas y placenteras, en realidad engañan, porque comportan esclavitud y una muerte lenta. Y no me refiero sólo a las divinidades paganas, sino también a los modernos ídolos que, quizás inconscientemente, adoramos hoy: el dinero, el bienestar, la fama... Quien los adora ha de servirles continuamente, renunciando a veces a lo más genuino de sí mismo.

En cambio, vida y verdad son dos atributos de Dios: servir a Dios no es esclavizarse, sino liberarse y llegar a vivir con intensidad, anteponiendo a todos los valores el amor generoso.

domingo, 19 de octubre de 2008

Él os ha elegido

Comentario a la Primera Carta a los Tesalonicenses. (1 Ts 1, 1-5b )

Bien sabemos, hermanos amados en Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

Este breve párrafo de San Pablo a los tesalonicenses, ¡contiene tantas verdades!

La primera cosa en la que podemos fijarnos es ésta: Dios los ha elegido. Sí, es Dios quien elige, no el ser humano. El primer paso siempre lo da él. El cristianismo es la religión del Dios que “desciende” hacia su criatura. Antes que el hombre se pregunte por la existencia de Dios y anhele la unión con él, éste se anticipa a salir a su encuentro. También podemos decir que nos ha escogido a nosotros, los cristianos de hoy. Pero podemos preguntarnos: ¿por qué Dios escoge a unos y no a otros? ¿No es acaso discriminar?

Hay que entender esta elección no como un filtro discriminatorio, sino como consecuencia de una llamada. Como dice el evangelio, “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. ¿Por qué? Porque Dios llama a muchos. De hecho, llama a todos. Pero no todos están dispuestos a escuchar su voz.

Esta comunidad, que ha acogido la palabra de Dios a través de Pablo, su apóstol, es, por tanto, “escogida”. Y ahora pasamos a la siguiente frase, crucial: “no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”.

Para acoger la llamada de Dios no bastan las palabras. No es suficiente una buena prédica para convertir y operar un cambio en la vida de las personas. Hace falta algo más. Por un lado, el mismo Espíritu Santo inspira a los apóstoles que transmiten su palabra y toca el corazón de quienes escuchan. Quien evangeliza ha de llevar el Espíritu dentro, su fe ha de ser auténtica y encarnada en su vida. Y, por otra parte, está la actitud de los oyentes. Ese fuego de Dios es un don, que prende en las almas preparadas, dispuestas. Quienes creen y se convierten es porque ya tienen una sed de Dios, que los impulsa a abrirse a su llamada. Su fe no es ingenua ni ilusoria, sino “convicción profunda”.

domingo, 12 de octubre de 2008

Todo lo puedo en aquel que me conforta

Comentarios a la carta a los filipenses (Flp 4, 12-14. 19-20)
Hermanos, sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta.


Todo lo puedo en aquel que me conforta: estas palabras resumen el secreto que aviva el corazón incansable de Pablo. Con Jesús, arropado en su amor, es capaz de cualquier cosa. Nada teme y todo lo puede soportar.

Vivir en pobreza y en abundancia, estar preparado para cualquier situación, revela una enorme libertad interior. Pablo es tan libre de su ego, de sus gustos y preferencias, está tan liberado de ataduras, que puede acomodarse a todos los entornos. No vive encasillado ni preso de seguridades y esquemas.

Los cristianos estamos llamados a ser así. Cada cual se sabe limitado e imperfecto. A veces nos consideramos débiles e incapaces. Pero, ¡que esto no sea una excusa para abandonar nuestra misión! Con la fuerza de Dios lo podemos todo. Un cristiano es una persona libre, que sabe adaptarse a las circunstancias. Sabe convivir entre ricos y pobres, sabe tener bienes sin apegarse a ellos y sabe ser pobre sin angustiarse. Su único tesoro es Dios.

No obstante, Pablo es realista y sabe que para tirar adelante los proyectos humanos son necesarios los recursos, el dinero y la ayuda material. Por eso agradece a la comunidad de Filipos su colaboración. Y no sólo agradece, sino que les asegura que Dios compensará su generosidad con creces:

En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús.

Dios devuelve el ciento por el uno. Nuestra generosidad siempre será compensada. Quizás nosotros damos con cierto reparo, midiendo nuestro donativo con prudencia. A lo mejor nuestra aportación es pequeña. Dios, en cambio, responde con esplendidez. Dice el Papa en su libro Jesús de Nazaret que lo propio de Dios es el derroche, la sobreabundancia, la magnificencia. Sí, nuestro Padre del cielo da a manos llenas. Por eso ser generoso es otro distintivo de aquellos que se sienten hijos amados de Dios.

domingo, 5 de octubre de 2008

El Dios de la paz estará con vosotros

De la carta de San Pablo a los filipenses (Flp 4, 6-9 )

"Nada os preocupe, sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, presentad vuestras peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".

En estos tiempos que vivimos, de profunda crisis, las palabras de Pablo son un motivo de esperanza y también una guía para navegar entre mares tempestuosos. Nos invita a no angustiarnos más de lo necesario y a no abandonar la oración. Es justamente en medio de los problemas cuando más hemos de confiar en Dios y poner todas nuestras preocupaciones en sus manos. Normalmente, la gente suele hacer lo contrario. En tiempos de bonanza, parece fácil creer y alabar a Dios, pero ¡qué difícil es continuar haciéndolo cuando las cosas se tuercen y van mal! Pablo nos alienta a seguir fiándonos de Aquel que nos ama, y no sólo a pedirle, sino a darle gracias. Sus palabras recuerdan aquellas de Jesús: “pedid, y creed que lo que pedís ya se os ha concedido”. Si aquello que suplicamos a Dios es bueno, confiemos que, en el momento oportuno, nos será otorgado.

¿Qué nos aportará confiar y dar gracias? Algo que todos ansiamos: la paz. No una calma engañosa o una ilusión. Pablo se refiere a “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio”. Una paz que conservará nuestros corazones a salvo, una paz que nos acercará a Jesús, el que nos puede aliviar y consolar. Es la paz del que se sabe amado y protegido por Dios.

"…todo lo que es verdadero, justo, noble, puro, amable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo en obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros."

Pero, además de rezar y confiar, Pablo también nos llama a la acción. En tiempos de adversidades, hay que seguir luchando. ¿Cómo? Buscando siempre el máximo bien. Pablo enumera una serie de virtudes que pueden ser muy bien estrellas orientadoras en nuestra travesía: verdad, justicia, nobleza, pureza, amabilidad… Todas ellas son virtudes que apelan a nuestra autenticidad y a nuestro amor hacia los demás. Son valores que Pablo nos invita a poner en práctica. El fruto de ese trabajo incansable será una recompensa sin precio: el mismo Dios de la paz.

He aquí dos salvaguardas de nuestra paz interior, que Pablo nos ofrece con simplicidad rotunda: la oración y una conducta noble y honesta. En nuestras plegarias y en nuestro trabajo, hecho con devoción, encontraremos a Dios. Y teniendo a Dios, como insistía Santa Teresa en sus versos, “nada nos falta”.